Por: Eloy Alfaro Reyes
Para entender la radicalidad de la lucha en la que se
encuentran los revolucionarios de la época, es importante pensar como se
conforma una organización desde los desposeídos, el carácter de esa
organización, la profundidad de sus reivindicaciones. Siempre en toda
organización revolucionaria hay tres aspectos que la caracterizan, una es la
ideología que la acompaña (la cual ayuda a configurar el horizonte a donde se
apunta o la Utopía) la siguiente es el sujeto que la conforma, que en este caso
son los más pobres de los pobres, la montubiada que desarrolló un nivel muy
alto de organización social, sí como los sectores medios urbanos representados
por sociedades de artesanos y la tercera el territorio donde se expresa el
sujeto y la ideología.
En el caso que nos compete, la convergencia de los
tres aspectos es fundamental para entender al sujeto que lucha “la montonera”.
No se lo puede entender fuera de su territorio y separada de la ideología.
Leyendo casos de otras geografías como la lucha de Espartaco, Zapatta, Tupac
Amaru, Daquilema, vemos que los cambios que estos buscaban no eran solo de
fachada, van incluso hasta la posibilidad de un cambio sistémico y por eso
mismo resultan peligrosos para el estatus. En todos esos casos los tres
factores están presentes de manera consistente. El sujeto que lucha es aquel
que se cansó de agachar la cabeza, aquel que fue despojado de todo, menos de su
dignidad y por ello lucha con todas las ganas que tiene de vivir. Las ganas de
vivir entonces es lo que lleva a que las acciones vayan siempre orientadas a la
búsqueda de transformaciones reales y concretas, en este tipo de lucha no hay
puntos medios.
Ese era el espíritu de esta propuesta Radical que nació
entre la montubiada de una costa ecuatoriana con grandes contrastes sociales,
por un lado la opulencia del auge cacaotero y por otro la miseria de
importantes segmentos de la sociedad, que a penas, tenían su fuerza de trabajo
para sobre vivir. Es por ello fundamental mirar con profundidad al sujeto que
lucha, intentaremos un breve vistazo.
Montoneros
“Las
montoneras fueron probablemente el más importante fenómeno de movilización
social del siglo XIX republicano. Surgidas en el agro costeño a partir de 1825,
tuvieron desde sus comienzos un carácter marcadamente reivindicativo y de
resistencia popular frente a las violencias y actos de despojo cometidas por
hacendados o autoridades del nuevo poder republicano. Posteriormente, a partir
de la “Revolución de los Chiguaguas” (1833-1837)
IDEARIO Y ACCION POLITICA DE VICENTE ROCAFUERTE*
Respecto de Vicente Rocafuerte hay una pregunta que hace tiempo ronda en
lacabeza de los historiadores latinoamericanos y es la siguiente: ¿dónde
adquirióRocafuerte esa notable formación ideológica que poseyó y que lo
llevaría abrillar, a comienzos del siglo XIX, como uno de los más destacados
pensadoresliberales de Nuestra América?Precisamente mi intervención apunta a
responder esa inquietud, con miras aredondear la imagen histórica de aquel gran
republicano, que en su momentofuera uno de los líderes del inicial proyecto de
unidad hispanoamericana.Como se conoce, su inicial formación intelectual y
política la obtuvo Rocafuerteen el Colegio de Saint–Germain–en–Laye, cerca de
París, donde fue discípulode Jerónimo Bonaparte, hermano del emperador de
Francia. Otro estudioso deRocafuerte, el difunto Neptalí Zúñiga, consideraba
por su parte que fue JohnQuincy Adams, el pensador y estadista norteamericano,
quién sirvió aRocafuerte como "maestro en la fe republicana".
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Por nuestra parte, admitiendo que el pensamiento ilustrado fue la
base de laformación ideológica de Rocafuerte, hemos buscado precisar aún más
lasfuentes en las que éste bebió ese ideario que luego recrearía brillantemente
enel escenario americano. Nos hemos encontrado con que, además del Colegiode
Saint Germain, hubo dos fuentes de fuentes de ideas en las que Rocafuerteabrevó
abundante y provechosamente; ellas fueron la Orden Masónica y lasCortes
Constitucionales españolas. Así, hallamos que nuestro personajecompletó su
formación humanista gracias al contacto con otras dos vigorosascorrientes de
pensamiento progresista, que fueron el pensamientofrancmasónico y el
liberalismo español, emparentadas entre sí y vinculadas asu vez con el
pensamiento ilustrado.Por varias razones, no resulta fácil establecer los
límites existentes entre estascorrientes de ideas. En todo caso, lo cierto es
que el liberalismohispanoamericano, desde la hora previa a la emancipación,
sacó a luz y pusoen el tapete del debate político ciertos principios masónicos
generales, talescomo la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los
hombres, que fueranpreviamente difundidos por el liberalismo español. Más
tarde, nuestros liberalesconvirtieron en consignas de lucha pública algunos
otros principios, másespecíficos de la masonería hispanoamericana, entre ellos
la lucha por laindependencia nacional, la búsqueda de un sistema
democrático–republicanode gobierno y la promoción de la unidad o confederación
política de losEstados de nuestra América.Pero el escenario privilegiado para
la difusión del pensamiento liberal–masónico, tanto español como
hispanoamericano, fueron las CortesConstitucionales españolas, desarrolladas
primero en Cádiz, entre 1811 y
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Mensaje al Congreso de la Nueva Granada. Bogotá, a 14 de marzo de 1834.
El textoen “Francisco de Paula Santander. Escritos políticos y mensajes
administrativos, 1820-1837”, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la
República, 1988, pp. 201-204.
1813, y luego en Madrid. En ellas, una amplia mayoría de diputados, de
uno yotro lado del Atlántico, estaba vinculada a la francmasonería y compartía
elideario liberal. Así, en la Logia Gaditana compartieron trabajos simbólicos
eideas políticas diputados españoles y americanos, entre ellos los quiteños
JoséMejía Lequerica, Juan José Matheu y Herrera –conde de Puñonrostro–,
VicenteRocafuerte y José Joaquín Olmedo.Sin embargo, al interior de la
masonería tradicional o regular surgió por entonces una masonería revolucionaria,
organizada por ciudadanos originariosde América y cuyas logias, de carácter
ultra secreto, tenían como fin específicola preparación de la independencia
hispanoamericana, por lo cual excluían desu membresía a quienes no fueran
nativos del nuevo continente. La primera deellas fue la llamada “Gran Reunión
Americana”, fundada por Francisco deMiranda en Londres, en 1797, para promover
la independencia de la Américaespañola.
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El Consejo Supremo tuvo como sede la residencia de Miranda,Frafton
Street 27, Fitzroy Square, Londres, y fundó filiales en varias partes,entre
ellas Cádiz, donde funcionaba la Logia Lautaro, de tan importanteactuación en
la campaña por la libertad del Río de la Plata, Chile y Perú. AnteMiranda
juraron entregar sus vidas por los ideales de la Logia Americana:Bolívar y San
Martín; Moreno y Alvear, de Buenos Aires; O’ Higgins y Carrera,de Chile;
Montúfar y Rocafuerte, de Ecuador; Valle, de Guatemala; Mier, deMéxico; Nariño,
de Nueva Granada, Monteagudo, y muchos más. Todos ellosprestaron un solemne
juramento masónico que decía: "Nunca reconoceré por gobierno legítimo
de mi patria sino aquel que seaelegido por la libre y espontánea voluntad de
los pueblos; y siendo el sistemarepublicano el mas adaptable al gobierno de las
Américas, propenderé, por cuantos medios estén a mi alcance, a que los
pueblos se decidan por él". En dependencia de la "Gran Reunión
Americana" de Londres, BernardoO'Higgins fundó en Cádiz, a fines de 1801,
una segunda logia revolucionaria,denominada "Sociedad Lautaro de
Caballeros Racionales", con el objetivo devincular a la causa de la
independencia a varios americanos que residíantemporalmente en ese puerto
español o que ya formaban parte de la LogiaGaditana. Años después, al ser
invadida España por los franceses, Cádiz seconvirtió en refugio de la Junta
Suprema de Regencia y en sede de las CortesConstitucionales, lo que permitió
que esta logia reclutara para la causa de laindependencia americana a muchos de
los diputados del Nuevo Mundo. Trassu objetivo supremo, de esta logia derivaron
otras, denominadas "lautarinas",que se establecieron en Mendoza,
Buenos Aires, Santiago de Chile yGuayaquil. En verdad, todo un audaz y
renovador ideario fue expuesto por el liberalismoespañol de las últimas décadas
del siglo XVIII y fue planteado por los diputadosde las Cortes Constitucionales
españolas, siempre tras ser gestado en laslogias masónicas. Olmedo, diputado
por Guayaquil, había tratado sobre laservilidad impuesta a los indios en sus
dos afamados "Discursos sobre lasmitas", mientras otros diputados
liberales hablaron de "romper los grillos de laesclavitud bárbara".
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Jovellanos había planteado en su "Informe sobre la Leyagraria"
la necesidad de entregar tierra y apoyo financiero a los labradores, asícomo de
crear escuelas básicas, para que éstos "sepan leer, escribir y
contar"
y puedan "perfeccionar las facultades de su razón y de su
alma". Y tiempodespués, al presentar a la Junta Central española su
afamado "Plan deinstrucción pública" (1809), planteó la urgencia de
eliminar el latín en lasescuelas y pasar a una total utilización del idioma
castellano como lengua deenseñanza. Antes, Campomanes había abogado por la
educación femenina,alegando que "la mujer tiene el mismo uso de razón que
el hombre (y) solo eldescuido que padece en su enseñanza la diferencia, sin
culpa de ella".
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Entretanto, Cabarrús describía en sus textos el triste panorama de
la educaciónreligiosa, en la que los niños casi solo aprendían "el
abatimiento, la poquedado, si se quiere, la tétrica hipocresía monacal".
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En cuanto a los títulos y privilegios de la nobleza, Jovellanos,
había abogadopor la abolición de los mayorazgos, de la herencia de bienes y de
latransmisión hereditaria de títulos nobiliarios, por estimar que ya no
eranconsecuencia del mérito personal ni del trabajo propio sino solo de
la"casualidad del nacimiento".
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Cabarrús, especialista en asuntos fiscales,lamentó en su "Memoria
al Rey" (1783) que las grandes y ricas propiedades delclero no pagasen
impuestos, mientras que Campomanes, en su "Tratado de laregalía de la
amortización" (1765), había llegado a propugnar la expropiaciónde los
bienes eclesiásticos llamados "de manos muertas". Y el conde
deAranda, en las cartas que se cruzara con su amigo Voltaire, se refirió en
muyduros términos a la Iglesia y criticó muy especialmente a la Inquisición, a
la quese propuso privar de sus métodos bárbaros de investigación y castigo,
antes deprocurar su total eliminación.Formados políticamente en ese ideario
liberal de inspiración masónica, y bajolas distintas realidades y
circunstancias que les tocó vivir, los líderes de nuestraindependencia se
empeñaron en llevar adelante una profunda reforma, queabarcase prácticamente
todos los espacios de la vida social, desde laorganización política del Estado
hasta las relaciones con la Iglesia y desde lossistemas de propiedad hasta los
planes y métodos educativos. De otra parte, através del establecimiento de
nuevas logias masónicas en los territoriosliberados, promovieron la
concientización de la elite político–militar de laindependencia y difundieron
esas ideas de progreso social en los sectores másavanzados de la
población. Vicente Rocafuerte se inició masón en París, en 1805, en la
“Muy RespetableLogia St. Alexandrie de Escocia”, a la que ya pertenecían
Simón Bolívar,
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Carlos Montúfar, Fernando Toro Rodríguez y otros jóvenes
liberaleshispanoamericanos. Se sabe también que su iniciación ocurrió por la
mismaépoca en que Simón Bolívar fuera elevado en ese taller al grado de
CaballeroCompañero. Años más tarde, recordando esa circunstancia,
Rocafuerteescribiría: “Todos los americanos que nos encontramos reunidos
en ese brillante asilo dela gloria militar de Napoleón, estábamos íntimamente
unidos por los lazos de lamás franca amistad, y por la grandiosa perspectiva
que se vislumbraba ya de laindependencia de la América española.”
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Gracias a su condición masónica, Rocafuerte tuvo desde
entonces trato directoy fraterno con muchos liberales españoles y sobre todo
con muchos miembrosde la Logia “Gran Reunión Americana”,
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entre los que figuraron Andrés Bello,
Antonio Nariño, Bernardo O’Higgins, fray Servando Teresa de Mier y
otroslíderes de la independencia hispanoamericana.
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Tras regresar a su país, en 1807, "con todas las ideas de la
independencia y delibertad con que (se) había familiarizado en Francia",
se encontró con unasituación poco apta para un estallido revolucionario y
prefirió recluirse en suhacienda de Naranjito, para evitar que sus ideas
("las que tuve que comprimir en mi pecho al verme rodeado de tantos
satélites de la tiranía española")llegaran a traslucir públicamente y le
merecieran ser perseguido por lasautoridades coloniales. Sin embargo, la
revolución era su sino y en su mismoretiro campesino fue alcanzado por ella en
1809, cuando, a petición de labaronesa viuda de Carondelet, debió asilar en su
hacienda al conspirador quiteño Juan de Dios Morales, perseguido por las
autoridades coloniales. Nofue difícil que ambos se reconocieran como hermanos
masones y entraran deinmediato en conversaciones sobre la ansiada independencia
de América.Como detallaría el mismo Rocafuerte, años más tarde, en una de sus
bravías"Cartas a la Nación": "De lo expuesto resulta: Que
en la hacienda de Naranjito que pertenece a micasa se formó el plan de independencia
de Quito, que se ejecutó en la nochedel 9 de agosto de 1809. Que en el Ecuador,
mi tío el coronel Bejarano y yohemos sido los primeros perseguidos por la causa
de la emancipación; ypermítaseme añadir ahora: que mi tío el doctor don Pablo
Arenas fue una delas víctimas del 10 de agosto, que mi suegro el señor
Calderón, uno de losprimeros jefes de la independencia, fue cruelmente pasado
por las armas delos españoles, que mi cuñado Abdón murió heroicamente en la
batalla dePichincha; todo lo que prueba que mi familia es una de las que más
serviciosha hecho a la causa de la independencia." Tras ser nombrado
alcalde de su ciudad en 1810, Rocafuerte sería elegidodiputado a las cortes
españolas por la provincia de Guayaquil, en1812, ocasiónen que renovaría y
ampliaría sus contactos francmasónicos, durante suestancia en España, según lo
confirma su propio testimonio: “Por mis ideas liberales y mi entusiasmo
por la independencia, me ligué deamistad con los diputados de México, Ramos
Arispe, Terán, Castillo,Larrazábal, Lavalle, etc, que tenían fama de ser
grandes independientes. Enaquella feliz época todos los americanos nos
tratábamos con la mayor fraternidad; todos éramos amigos, paisanos, y
aliados en la causa común de laindependencia; no existían esas diferencias de
peruano, chileno, boliviano,ecuatoriano, granadino, etc, que tanto han
contribuido a debilitar la fuerza denuestras mutuas simpatías”.
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Rocafuerte era un ciudadano de formación intelectual antes
que guerrera,preparado más para la conspiración política que para las campañas
militares.Eso determinó en buena medida el rumbo futuro de su acción, luego de
queFernando VII, “El Bienamado”, se proclamase monarca absoluto y rompiese
laConstitución española de 1812 apenas vuelto al trono, tras
permanecer prisionero de Napoleón. Entonces, mientras los diputados
peruanos iban albesamanos del rey absolutista, Rocafuerte se negó a asistir a
tal acto y, por elcontrario, fue a visitar a los diputados liberales presos, lo
que le valió una
inmediata persecución del gobierno español. Tras fugar a Francia y
recorrer enobligado turismo buena parte de este país e Italia, Rocafuerte
regresófinalmente a Guayaquil en junio de 1817, gracias a la ayuda reservada de
lamasonería francesa y del cónsul español en Burdeos, señor Montenegro, unmasón
adicto a Fernando VII.
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Años después relataría los pormenores de suregreso: “Obtuve mi
pasaporte para regresar a Guayaquil por la vía de La Habana,Chagres y Panamá;
pero a condición de que en el término de dos años nohabía de tomar parte activa
en la guerra y causa de la independencia; pasé por estas horcas caudinas
con tal de regresar al seno de mi familia.”
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Una vez en su ciudad, Rocafuerte se concentró en arreglar
los negocios de suafortunada familia y, adicionalmente, en enseñar francés e
iniciar en las ideasliberales a algunos jóvenes porteños, a los que familiarizó
con la lectura de la“Historia de la independencia de Norteamérica” del abate
Raynal, de “Elcontrato social” de Rousseau y de “El espíritu de las leyes” de
Montesquieu, “llevando en esto el objeto de propagar las semillas de la
independencia; y tuvela suerte de sacar a un discípulo muy aprovechado en el
señor Antepara, quiendespués cooperó con su valor y talento a realizar la
independencia delGuayas.”
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Al fin, presionado por su madre, que deseaba alejarlo del
seguro teatro de unapróxima guerra, Rocafuerte emigró a La Habana, donde
prontamente se integróa la logia “Soles y rayos de Bolívar”, que dirigía
el doctor José FernándezMadrid y estaba destinada a promover la independencia
de Cuba y PuertoRico. Se inició así, para él, otro período de gran actividad
conspirativa en favor la independencia americana, que lo llevaría
nuevamente a España, en calidadde agente secreto de Bolívar y de la masonería
cubana, para auscultar lainclinación del nuevo gobierno liberal español a
reconocer la independencia deVenezuela (1820).Tras permanecer cinco meses en
España, volvió a Cuba, donde le esperabannuevas tareas políticas, siempre
encaminadas a promover la independencia yafianzar la democracia en América.
Republicano irreducible, posteriormente setrasladaría a Estados Unidos, con la
misión secreta de combatir el proyectomonárquico del general Iturbide, que
buscaba coronarse emperador de México.De este modo, y según sus propias
palabras, nuestro héroe llegó a participar decididamente en
los “planes para extender a todos los puntos del territorio (las)
sociedades secretaspara combatir la tiranía y la usurpación, sociedades muy
conocidas por ladenominación de escocesas las unas, y de yorkinas las del
contrario partido.” En EE. UU. en calidad de enviado de la masonería
escocesa, adelantaría unagestión destinada a impedir el reconocimiento
diplomático del emperador mexicano por parte del gobierno norteamericano
(también dirigido por lamasonería del rito escocés). Finalmente, en 1823,
nuestro hombre seríaencargado por la masonería cubana de coordinar la audaz
expedición militar que el joven general colombiano Manrique, jefe de la
plaza de Maracaibo,
intentaba emprender por su cuenta para liberar a Cuba del dominio
español,mas la repentina muerte de Manrique frustró esa expedición libertaria,
quehubiese dado a Cuba una temprana independencia y quizá la hubiera puesto
acubierto de las desenfrenadas ambiciones imperialistas del
"DestinoManifiesto". Pero el espíritu liberal–masónico de
Rocafuerte no sólo se revelaría en suacción política sino que, de modo
paralelo, se expresaría a través de su obraintelectual, que en general se
encamina hacia la ilustración de los pueblosamericanos en las nuevas ideas del mundo.
Pero una empresa tal no podíaejecutarse sin afectar los intereses de ciertas
fuerzas retrógradas que actuabanen Nuestra América, tales como los grupos
conservadores que propugnaban elestablecimiento de monarquías americanas o la
Iglesia, que pretendíamantener su antiguo monopolio sobre las mentes del
pueblo.Así se explica la resistencia que unos y otros levantaron contra los
libros deRocafuerte y particularmente contra dos de ellos: "Ideas
necesarias a todoPuelo Americano Independiente que quiera ser libre"
y "Ensayo sobre latolerancia religiosa". Del primero, dijo su propio
autor que había sido escrito conmiras a "uniformar el sistema
gubernativo en todo el continente, para formar entre todaslas nuevas naciones
independientes una comunidad de principios y deintereses de paz, de orden, de
economía y de prosperidad."
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Respecto del segundo, podemos decir que se encaminaba a
combatir tanto eloscurantismo religioso predominante en Hispanoamérica como
cierta xenofobiaantiespañola que se había gestado en nuestros países al calor
de la guerra deindependencia. "La libertad no existe –decía nuestro
personaje– sin la tolerancia, sin aquellanatural inclinación a perdonar las
flaquezas de nuestro prójimo, sin aquellanecesaria indulgencia para vivir y
tratar con individuos de opiniones diferentes yaun opuestas a las
nuestras." Esas luminosas palabras de Rocafuerte iniciaron en nuestro
país la luchacontra el fanatismo y la intolerancia religiosa y fueron, por
tanto, útiles aldesarrollo civilizatorio. Mas, por suerte o por desgracia, no
son cosa del pasadoy siguen siendo necesarias hoy, en el Ecuador de fines del
siglo XX, cuando lajerarquía religiosa ha reiniciado la lucha contra la
existencia del Estado laico yalgún fraile torvo, y alguna monja fanática,
siguen incitando a sus feligreses aincendiar los templos de otros cristianos
que no comulgan con sus dogmas.
NOTAS:
* Conferencia dictada en el Centro Cultural Mexicano. Quito, 18 de
marzo de1998.1 Neptalí Zúñiga, "Rocafuerte y la Democracia de los Estados
Unidos de NorteAmérica".2 Miranda había sido introducido a la masonería
por George Washington einiciado masón en una logia de Virginia.
3 Jean Sarrailh, op. cit., p. 509.4 Sarrailh, op. cit., p. 517.5
Ibíd., p. 56.6 Ibíd., p. 521.7 El Libertador fue iniciado francmasón en
Francia, en 1805 y en esa mismalogia fue ascendido luego al grado de Caballero
Compañero, según consta enla fotocopia del acta manuscrita, cuyo original fue
adquirido por el R:.H:.Ramón Díaz Sánchez, y presentado al supremo Consejo
33o de Venezuela, en1956, en el que consta la firma de Bolívar, autenticada por
Doña Dolores Bonetde Sotilo, paleógrafa venezolana, Miembro de la Academia
Nacional de Historiade Venezuela.En el Cuadro de HH:. de la Resp:. Log:. St.
Alexandrie, correspondiente al añomasónico 1804-1805, cuyo original reposa en
la sección masónica de laBibliotheque Nationale de Paris, consta el nombre de
Bolívar apareciendo, por razones explicables a la época, como 'Oficial
Español".8 Vicente Rocafuerte, “A la Nación”, en Biblioteca Ecuatoriana
Mínima, tomo“Escritores políticos”, Ed. Cajica, Puebla (México), 1960, p.
147. 9 Esta Gran Logia había sido fundada por el general Miranda en 1805,
parapromover la independencia de la América española. “Para el primer grado
deiniciación en ella era preciso jurar trabajar por la independencia de
América; ypara el segundo, una profesión de fe democrática. El Consejo Supremo
tuvocomo sede la residencia de Miranda, Frafton Street 27, Fitzroy
Square,Londres, y fundó filiales en varias partes, entre ellas Cádiz, donde
funcionabala Logia Lautaro, de tan importante actuación en la campaña por la
libertad delRío de la Plata, Chile y Perú. Ante Miranda juraron entregar sus
vidas por losideales de la Logia Americana: Bolívar y San Martín; Moreno y
Alvear, deBuenos Aires; O’ Higgins y Carrera, de Chile; Montúfar y Rocafuerte,
deEcuador; Valle, de Guatemala; Mier, de México; Nariño, de Nueva
Granada,Monteagudo, y muchos más. Fue ahí donde quedó constituido el ubicuo
estadomayor espiritual de la inminente guerra por la emancipación del Nuevo
Mundo.”(Luis Alberto Sánchez, “Historia General de América”, Ercilla, Santiago,
1970,novena edición, p. 557). 10 Jorge Pacheco Quintero, “La masonería en
la emancipación de América”,Ed. La Gran Colombia, Bogotá, 1943, p. 52. Años
después, tras ser desterradoa Cádiz y fugar de sus carceleros, Nariño se
vincularía a la masoneríaespañola a través de dos discípulos quiteños del ya
difunto doctor Espejo: JoséMejía, cuñado de Espejo, y el conde de Puñonrostro,
ambos diputados a laCortes constitucionales. Ibíd. 11 Vicente Rocafuerte,
op. cit., p. 153. 12 Montenegro era un masón honrado y liberal sincero,
pero era ante todo unfervoroso nacionalista, al que la suerte había colocado
junto a Fernando VIIdurante su cautiverio de Bayona. Eso explica que, pese a
sus ideas, fueseadicto al monarca y mereciese su confianza. 13
Rocafuerte, op. cit., p. 162.
14 Ibíd., p. 163. 15 Vicente Rocafuerte, "A la
Nación", Lima , 1844.
LA REVOLUCION ALFARISTA DE 1895
INTRODUCCION Un siglo después del estallido de la revolución
liberal de 1895, sus fuegos nose han apagado del todo y siguen encendiendo el
espíritu de los ecuatorianos.Así lo prueba, con irrefutable evidencia, el gran
combate ideológico desatadohace algún tiempo en el país a causa de la aprobación
legislativa delinconstitucional proyecto de “Ley de libertad educativa”
promovido por laConferencia Episcopal Ecuatoriana, el que, en esencia, busca
terminar con laeducación laica mediante el arbitrio de introducir clases de
religión en elpensum de estudios.Esa vigencia de la revolución liberal en la
conciencia nacional ecuatoriana es,sin duda, un sorprendente fenómeno
histórico, en el que se entremezclanrecuerdos personales y mitos colectivos,
tradiciones ideológicas familiares ycompromisos de clase, lecturas personales y
sueños colectivos. Así, a mediocamino entre la historia y la leyenda, está la
crónica revolucionaria, cargada delas hazañas de esas tropas montoneras que
vencieron primero en las llanurasy selvas del litoral para avanzar luego hacia
la sierra y conquistar losformidables bastiones del poder conservador. Además,
como saliendo de unviejo álbum de fotos, está también el recuerdo de los
personajes de larevolución, hombres que en general venían “de abajo” y se
encumbraron por suvalor y reciedumbre: generales internacionalistas, que venían
de pelear enotras revoluciones latinoamericanas; coroneles “gritados”, que
debían el gradomilitar a su arrojo en el combate y al posterior grito
consagratorio de su tropa;intelectuales que combatían tanto con la pluma como
con el fusil, siguiendo latradición bolivariana; campesinos de toda laya, cuya
única bandera era un gritocorajudo y recio: ¡Viva Alfaro, carajo! Por fin, en
la memoria más próxima de lanación están esas coplas que el pueblo canta, con
ritmo de amorfinos costeñoso carnavales serraniegos, para remarcar su orgullo
por esa terrible y magníficapágina del pasado; hablamos de coplas como
éstas: La ropa de Eloy Alfarono se
lava con jabón,se lava en agua de rosasnacida del corazón. ¿Cuáles
han sido las razones que han contribuido a fijar y mantener a travésdel tiempo
el recuerdo de esa revolución?Creemos que son varias y de diverso signo.
Obviamente, encabezando esasrazones recordatorias está la “herencia viva de la
revolución”, es decir, lapresencia e influencia de sus logros políticos y
sociales, que a pesar del tiempotranscurrido son apreciados positivamente por
la mayoría de los ecuatorianos.¿Quién que no sea un reaccionario o un fanático
puede oponerse hoy mismo ala educación “pública, laica y gratuita”, al
matrimonio civil y al divorcio, a laseparación política del Estado y la
Iglesia, a la existencia de una Asistencia
Pública para los más necesitados o a la presencia de unas Fuerzas
Armadasapolíticas y profesionales? ¿Y quién que no sea un necio puede negar
laimportancia que el ferrocarril Guayaquil-Quito tuvo para la integración
nacional?Otra razón de no menor importancia es la trascendencia histórica de
esatransformación, que, en resumidas cuentas, es la única verdadera
revoluciónde nuestra vida republicana. Hay más: en un país derrotado en todas
susguerras, desmoralizado permanentemente por la incapacidad de su
clasepolítica e inseguro de su destino, esa revolución es un motivo de íntimo
orgullopopular, un testimonio de nuestra capacidad colectiva de regeneración
social yun elemento de autoafirmación nacional.En fin, otra circunstancia que
enriquece el recordatorio colectivo es, sin duda, eldestino trágico de algunos
de sus mayores personajes: Pedro Montero, muertoa mansalva tras su derrota
militar; los Alfaros, Páez y Coral, arrastrados yasesinados por una turba
fanática; Emilio María Terán, víctima de un crimenpolítico-pasional, y Julio
Andrade, asesinado oscuramente en una disputa por el poder. Tragedias que
constituyen, a su vez, actos de una tragedia mayor dentro del gran drama
revolucionario: la frustración final de la revolución. Así,los héroes de la
gesta popular adquirirán también aureola de mártires, seconvertirán en
arquetipos sociales y pasarán a integrar el panteón cíviconacional, junto a los
próceres y héroes de la independencia. LOS ANTECEDENTES Hacia la
última década del siglo XIX, el Ecuador era un país en el queconvivían
contradictoriamente dos realidades históricas contrapuestas: por unlado, una
vieja sociedad aristocrático-terrateniente, heredera del modo deproducción y
las formas de vida coloniales, asentada sobre la explotación degrandes masas de
campesinos y esencialmente rural, y, por otro, una nacientesociedad burguesa,
fundamentalmente urbana y constituida por estratoscomerciales, bancarios e
industriales, por una pequeña burguesía intelectual ypor grupos de trabajadores
asalariados. En síntesis, la primera era lasupervivencia de un pasado colonial
que se negaba a morir y la segunda elanticipo de un futuro que no acababa de
nacer.Cobijadas ideológicamente bajo las banderas del conservatismo y
elliberalismo, respectivamente, esas dos tendencias sociales venían luchando
yenfrentándose en una intermitente guerra civil prácticamente desde 1845,cuando
la “Revolución Marcista” planteó por primera vez la introducción dereformas
sociales que modernizaran la vieja estructura del país (manumisiónde los
esclavos, supresión del tributo de indios), provocando con ello unareacción
terrateniente que causó una guerra civil e incluso una amenaza dedisolución
nacional (1858-1860). Luego, la lucha había cobrado la forma de unaguerra
irregular, en la que las montoneras liberales se enfrentabanreiteradamente al
ejército del Estado Oligárquico, logrando triunfos tácticospero mereciendo sucesivas
derrotas estratégicas.Las montoneras fueron probablemente el más importante
fenómeno demovilización social del siglo XIX republicano. Surgidas en el agro
costeño apartir de 1825, tuvieron desde sus comienzos un carácter
marcadamentereivindicativo y de resistencia popular frente a las violencias y
actos de despojocometidas por hacendados o autoridades del nuevo poder
republicano.Posteriormente, a partir de la “Revolución de los Chiguaguas”
(1833-1837),
adquirieron un creciente carácter político, de tinte nacionalista y liberal,
que se acentuaría durante la “Revolución Marcista” (1845) y asumiría plena
identidad en la segunda mitad del siglo XIX. La base social de las montoneras
estaba generalmente constituida por una heterogénea mezcla de campesinos montubios,
que incluía a peones de las haciendas, pequeños propietarios y trabajadores
sueltos, como los “desmonteros” y “sembradores”, que hacían desmontes o
formaban nuevas plantaciones para venderlos a las haciendas próximas.
A partir de
la época garciana, el surgimiento de las montoneras adquirió una connotación
plenamente política, de carácter liberal militante, y aun asumió nuevas formas,
como la formación de montoneras por parte de los mismos hacendados o “caciques”
locales, que se lanzaban a la lucha a la cabeza de sus peones y casi siempre
con el rango de “coronel”. Toda la tropa montonera o al menos gran parte
de ella andaba a caballo. Estas particulares circunstancias daban a las
montoneras una notable influencia y capacidad de acción en su área y les
garantizaban fácil avituallamiento, gran movilidad operativa y rápida
desmovilización” (Nuñez 1995).
Los luchadores son campesinos que venden su fuerza de trabajo y “trabajadores
sueltos” es decir que personas que no están adscritos a una hacienda. En la
Sierra, ligado al régimen de hacienda se encuentran los indios libres, es decir
aquellos individuos que no pertenecen a ninguna hacienda, pero que venden su
fuerza de trabajo. En todas las insurgencias populares del continente la
conformación del sujeto que lucha es la misma, indios, negros o en este caso,
montubios libres que su condición de excluidos les lleva a asumir una
conciencia de clase. Tanto los que están dentro como los que están fuera del
régimen de hacienda, tienen algo en común, no son poseedores de los medios de
producción y para su reproducción familiar venden su fuerza de trabajo. Son los
indios libres los que encabezan la lucha por la tierra.
En un primer momento los montoneros son campesinos costeños que como pago
de las deudas contraídas con el patrón se ven obligados a ir a la lucha, con el
objeto de descargar sus deudas (Ayala 1994). La Montonera para estos campesinos
era la posibilidad de acabar con sus deudas y a la vez convertirse en
campesinos autónomos, por tanto sin sujeción a la hacienda y al patrón. Son
pueblos que se arman para la lucha, no es un ejército que lucha por el pueblo,
sino un pueblo que decide luchar por si mismo, nadie va a poner los muertos por
ellos.
El viejo luchador reconoce las dificultades que enfrenta su ejército
conformado por personal cargado de buenas intenciones.
“las fuerzas que están a mis órdenes se componen de
artesanos propietarios, agricultores, etc, gente toda difícil de sujetarse a
una vida dilatada de cuartel y marchas y contra marchas” “Puse atención en disciplinarlos
lo mejor posible, ¡improba labor es organizar voluntarios! (Alfaro; 1992,
78).
La Montonera entrañable.
Los luchadores que son parte del pueblo que los eligió, no se rinden, no
se olvidan de sus soldados, los tienen presentes, se acompañan en su dolor y en
sus victorias. De esa época se conocen una serie de coplas, cantos, amorfinos,
arrullos y otros tipos de expresiones populares que se transmiten de generación
a generación y que cuentan las glorias de los y las luchadoras que salidos del
corazón del pueblo daban sus vidas por un mejor futuro. Solo así se entiende
como a pesar de los largos períodos en los que el Viejo Luchador estaba fuera
del país ese pueblo lo tenía presente. No se olvidan de él y cada vez que regresaba,
estaban listos para en su nombre o con él disponerse al combate.
Una característica especial de la Montonera es ser entrañable entre sus
líderes y el pueblo que la compone, de ahí que una vez cumplida la tarea para
la que se formó la Montonera, se debe disolver. Unas veces se disolvían con una
victoria, en otras ocasiones cargaban con la derrota. Las despedidas deben
haber sido difíciles, en ocasiones no había tiempo para ello, a continuación
las palabras del viejo luchador al despedirse de sus combatientes esmeraldeños,
él continúa con los montoneros manabitas en la lucha…
“Regresais a vuestros hogares después de quince
meses de heroica lucha. Dos nombres habeís escrito en la historia, Seis de
Abril y Nueve de Julio. Desde las bocas del Mira (río) hasta las márgenes del
Guayas, vuestra sangre se ha ofrendado con abnegación en aras de la República;
la santidad de nuestra causa ha traído a nuestras banderas no solo a los buenos
hijos del Ecuador sino a muchos de nuestros hermanos de Colombia, campeones generosos
que han compartido fraternalmente vuestros sacrificios y vuestras glorias.
Soldados, me honro en tributarlos el homenaje de mi gratitud y en declarar que
habeís merecido bien de vuestra Patria. Estad seguros que si las libertades
peligran, estará siempre con vosotros vuestro compañero y amigo, Eloy Alfaro” (Alfaro
1992; 51)
Se nota que quién habla no se ubica desde un pedestal para hacerlo, no
les habla desde una superioridad, les habla desde la firmeza de combatientes,
de soldados, pero sobre todo de compañeros, les habla mirándoles a los ojos,
les habla sinceramente. La guerra y los combates vividos genera una unión
inseparable. El calor del combate los hermana. Para ejemplificar esto es
necesario un relato…
En
Noviembre de 2007, en Montecristi se instaló la Asamblea Constituyente y con
ese motivo se llevaron parte de los restos de Eloy Alfaro a su tierra natal,
para ello el gobierno organizó un acto impresionante que incluía la entrada de
los restos del General en una urna especial de piedra ubicada en una carreta
arrastrada por caballos, esta urna se ubicaría al interior del Parque Central
de la ciudad de Portoviejo, al cual sólo “algunas personas con invitación
podían entrar”.
El
pueblo que había bajado de las montañas por sus propios medios, caminando
horas, a caballo, a pie o por otros medios, que no había comido, que espero
bajo el sol, ese pueblo no podía entrar, estaba exlcuído del acto. Sin embargo
al acercarse la carreta hasta el parque, ese pueblo gritaba a su general, ¡viva
Alfaro!, ¡viva mi general!, ¡Alfaro Vive, la Lucha sigue!, y lanzaban flores
cantos, lágrimas, alegrías al paso de la caravana… le recibían de vuelta.
“Volvió” decía un anciano que necesitaba ayuda para permanecer de pie.
100
años después de su muerte, el pueblo no olvidó a su general. Aún lo esperaban,
le cantaban. Alfaro estaba de vuelta y el pueblo estaba ahí esperándolo. Los
montubio sabían que a Alfaro no lo quemaron, lo encendieron. Igual de
conmovedor resultaron las lágrimas derramadas por los Kadetes de las Fuerzas
Armadas, que custodiaban el parque, cuando la urna – subida en andas - pasaba
junto a ellos. Era su general el que estaba ahí y por eso a pesar de la
formación de hombres duros que recibían, las lágrimas y el afecto al general
podían más.
En varios momentos de la lucha radical montonera, la historia registra
hechos entrañables entre los revolucionarios, así:
· Cuando Vargas Torres recibe su condena a muerte en Loja, sus coidearios
planean su fuga, de hecho el plan resulta. Pero Vargas Torres retrocede en su
intención pues cree que “o salen todos o no sale nadie”. No podía dejar a sus
compañeros de combate presos mientras él tenía la posibilidad de huír de la
muerte. Poco tiempo después fue fusilado (Pérez Concha, 2008).
· En la toma de Guayaquil mientras el fragor del combate, la cárcel fue
tomada por los revolucionarios, no había otra intención del viejo luchador que
liberar a su compañero Miguel Valverde (hecho prisionero en un combate
anterior), a quién él personalmente abrió la puerta de la celda y luego le
ofreció un abrazo. Los combates continuaban afuera, esta acción eran tan
importante como toda la operación de toma del puerto en su conjunto. Había que
hacerla, pues no se pude dejar a nadie detrás (Alfaro 1992).
· Cuando el tren que conducía a los 6 radicales hacia Quito desde Guayaquil
para Consumar la hoguera Bárbara llegó a Alausí, algunos de sus coidearios
prepararon la fuga del viejo Luchador, así fue que todo estaba listo. El poco
tiempo para preparar la arriesgada acción no permitía más que escapar a uno. Al
respecto Eloy dijo NO, o salimos todos o no sale nadie. Al día siguiente fueron
arrastrados por las calles de Quito (Bravo 2008).
Coroneles gritados
La montonera al ser un ejército popular, tiene sus propias formas de
acción, de lucha y de jerarquías. Así por ejemplo, se deduce, que el ejercicio
de la lucha era un aspecto socialmente reconocido, es decir toda la comunidad
avalaba a los luchadores y luchadoras y por ello mismo los protegía, apoyaba y
acompañaba. No era un ejército o guerrilla que se creaba por fuera del pueblo,
era el pueblo. Por ello desde el
interior del mismo se escogía quien luchaba. Se escogía a los mandos por
méritos propios a quienes se los proclamaba públicamente, para que se reconozca
su liderazgo y se lo legitime.
“A estos
“coroneles-hacendados” se los calificaba popularmente como “coroneles
gritados”, tanto para destacar el hecho de que el rango les había sido
conferido por sus propias tropas, al grito de ¡Viva mi coronel!, como para
diferenciarlos de los “coroneles graduados”, es decir, de aquellos que habían
recibido su grado de las autoridades correspondientes”. (Núñez 1995)
Es importante ver que a lo largo de la historia, los
pueblos han tenido como herramienta primigenia de acción y resistencia su propia
voz y el grito como parte de ella. Es por ello que el grito no es solo el grito
como proclama, sino sobre todo como llamado
de atención, de decir presente y de existir. Es también hacerse oír y sentir. Hay
que mirar al grito-la voz como un arma de creación y destrucción (son
las palabras que hacen que algo exista, “Dios dijo hágase la luz”). El grito,
la voz, crea pero también apaga.
Alfaro sin duda fue un líder gritado. De otra manera
como entender esa fidelidad entre el pueblo y su liderazgo. Al líder, el pueblo le sigue, al jefe le
obedecen. Un aspecto particular de la Montonera eran estos
Coroneles gritados, a los que la población es fiel. Cuando la lucha del partido radical crece y cobra mayores adeptos, no es
de sorprenderse entonces que surja el periódico “el grito del pueblo”
como el órgano, la voz del partido y los militantes, dirigido por otro coronel
gritado, Luciano Coral. Posteriormente a estos líderes nacidos así se
los llama de manera peyorativa como “coroneles macheteros” por dos razones, la
primera porque sus ejércitos están conformados por combatientes cuya principal
arma es el machete, la segunda busca desacreditarlos, insinuando que resalta de
estos coroneles el uso del machete, más que las ideas.
Comunidades libres, liberales y liberadas:
Otra característica de la montonera, era precisamente la generación de
comunidades liberadas, de territorios donde se proclama y construye la nación
soñada, la sociedad de las múltiples libertades. No se luchaba por una sociedad
futura que vendría una vez conseguido el triunfo y la revolución, la lucha
montonera llevaba a crear de hecho espacios liberados y libertarios. El mejor
ejemplo de ello es la lucha de los Chapulos encabezada por un coronel gritado,
Nicolás Infante, que encabezó la revuelta en lo que hoy es la Provincia de los
Ríos. Esta revuelta es particularmente importante, pues no sólo que el objetivo
de la lucha es derrotar al ejército regular, sino crear una sociedad con una
administración que se la construye desde abajo.
En el marco de una guerra, no hay que desconocer que o se gana o se
pierde y que mientras el enemigo no sea derrotado, no se puede estar tranquilo,
los montoneros sabían eso. Por ello también no se puede volver al régimen
anterior, no se puede expulsar al gobierno y seguir con la misma
administración, es decir el ejercicio de la guerra montonera, era también un
ejercicio que crea sociedad. Y aquello creado de esa manera hay que defenderlo,
para eso las armas.
La Montonera se desarrolla y crece no por construir una revolución
futura, sino para defender la revolución lograda, que puede ser muy localizada,
“limitada” “pequeñita” (en una comunidad o pueblo), pero que esa fuerza
originaria ya marca la pauta de un futuro nuevo. Entonces hay que guerrear para
defender lo conseguido, contra aquello que lo amenaza, usando las herramientas
que sea necesarias.
Alfaro
Delgado, Eloy: Narraciones Históricas. Corporación Editora Nacional
1992.
Ayala,
Enrique: Historia de la Revolución Liberal Ecuatoriana. Corporación
1994.
Editoria Nacional.
Bravo,
Klever: La campaña revolucionaria del general Eloy Alfaro y la modernización
2008
del ejército ecuatoriano.
CCE
Núñez,
Jorge: la revolución Alfarista de 1895 hacia el 2000. Colección Ecuador,
1995 Quito.
Pérez
Concha, Jorge: colección Biografías: Ministerio de Cultura
2008 Luis Vargas Torres
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