martes, 16 de diciembre de 2014

Comunicado de Revistas alternativas de izquierda en solidaridad con la CONAIE



El día de ayer de manera inconsulta el Gobierno de Rafael Correa a través de su Ministerio de Inclusión Social envió la orden de terminar con el Comodato de la Casa donde Funcionan las oficinas de La CONAIE exigiendo en el plazo perentorio de 15 días desocupar las oficinas de La Confederación del movimiento indígena Ecuatoriano.

Más allá del acto administrativo legal y de justificación de uso de la casa para un fin noble, está la clara intención política gubernamental de usando la ley en forma arbitraria, y la represión y el autoritarismo busca afectar y reprimir al movimiento indígena en su más importante organización la CONAIE. No es la primera vez que el correísmo actúa en contra del movimiento social del Ecuador, ha perseguido dirigentes, ha intentado dividir al movimiento indígena, lo ha perseguido y reprimido y ahora atenta contra la CONAIE quitándole su derecho al uso del inmueble entregado en Comodato por un gobierno democrático

Esta acción represiva tiene una coherencia concatenada de acciones represivas por parte del Gobierno Nacional que ha decidido implementar una estrategia para acumular fuerzas intentando debilitar a la Organización Indígena y movimiento social, utilizando acciones represivas y autoritarias que dejan ver claramente la hegemonía al interior del gobierno de la RESTAURACION CONSERVADORA. Junto con esta medida, el gobierno ha tomado otras como las referidas a la reforma al código Laboral, que mezcla restricción de derechos y concesiones demagógicas, la de las enmiendas constitucionales que aparte de ser ilegales, expresan la decisión de desmantelar el Régimen Constitucional y la Constitución de Montecristi y aceptada en Consulta Popular por la mayoría del pueblo ecuatoriano.

Hay pues una clara determinación de restringir e imponer la represión el abuso desmantelando el movimiento social. Esta actitud represiva del Gobierno recuerda a aquellos autoritarios de derecha que han gobernado nuestro país como Febres Cordero y García Moreno a quienes combatió el pueblo ecuatoriano.

Las revistas de las izquierdas rechazamos esta acción y exigimos deponer la medida en contra de la CONAIE, y llamamos a rechazar la Restauración Conservadora del régimen manifestando el rechazo a esta injusta acción, a la vez que llamamos al pueblo ecuatoriano y a todas las organizaciones sociales a ponerse en pie de lucha para responder con toda la fuerza de la resistencia y movilización social a este gobierno represivo y autoritario y solidarizarnos con los dirigente indígenas que han decidido mantenerse en la casa de la CONAIE día y noche defendiéndola.

Opción S, Tendencia, Rupturas, Revista “R”

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Y se dañó la licuadora!! fabricadas para no durar




Por Henry Izurieta • henryzurieta@email.com

Quizá a usted le ha sucedido lo mismo que a nosotros.  Hace menos de un año compramos una licuadora, que ahora ha dejado de funcionar. Lo mismo ocurrió  con la lavadora, que por una simple banda que no hay en el mercado no se reparó; pasa igual con la ropa que pierde sus colores; con los zapatos que se desgastan muy rápido; con el celular que con el cambio de tecnología ya no es útil; y un largo etcétera que abarca prácticamente a todo lo que utilizamos. ¿Qué pasa con la tecnología, que ha alcanzado semejante desarrollo pero no puede hacer que mi licuadora dure un poco más?

Hay otro grupo de artículos que, hay que reconocer, todavía siguen funcionando pese a los años.  Me sucede con la televisión, pero mi hijo quiso estar con el último alarido de la tecnología y se compró un plasma de muchas pulgadas, claro, incluido un blueray. Ahora no hay una televisión en casa, hay dos. Sé de hogares que tienen muchas más.  Lo mismo sucede con el celular, la computadora de la casa y de la oficina:  se los cambia aunque no haga falta.

El caso de los automóviles es la unión de ambos eventos. El auto que sale nuevo del almacén debe someterse a un régimen de cuidado para mantenerse en buenas condiciones, lo que incluye la compra frecuente de repuestos. Además porque el seguro lo exige.  Al pasar de los meses o años la compra de repuestos se vuelve insostenible y el dueño, ayudado por la propaganda, llega a la conclusión de que es preferible comprarse uno nuevo. Y el ciclo se repite.


Todos nos preguntamos ¿por qué los aparatos duran menos? Inocentemente nos respondemos: “es por falta de calidad”, y llegamos a la conclusión de que es preferible comprar los productos de las mejores marcas, como sinónimo de calidad, y pagar más, ¡pero el fenómeno igual se repite!

La obsolescencia programada

Por los años veinte del siglo XX importantes fábricas de todo el mundo comenzaron a hacerse preguntas como: “si toda la gente ya compró mis productos, entonces ¿qué les vendo?” Los que primero tomaron la iniciativa en responder la pregunta y concretarla en hechos fueron los fabricantes de focos. Más o menos respondieron así: “pues tienen que volver a comprarme lo antes posible”. En la navidad de 1924, en Ginebra, se reunieron los fabricantes de bombillas de todo el mundo, se repartieron el mercado y decidieron que un foco debía durar mil horas, o sea menos que las 2500 horas que Thomas Edison, su inventor, había definido en el siglo XIX.

Había nacido así la “obsolescencia programada”, cuyo concepto tecnológico es investigar la forma en que un artículo dure menos para obligar al consumidor a reemplazarlo. Es un secreto a voces, actualmente utilizado por la mayoría de los grandes fabricantes.

Brooks Stevens, un diseñador industrial que recorrió Estados Unidos en los años 50 promoviendo la obsolescencia programada, sostenía: “El enfoque americano es crear un consumidor insatisfecho con el producto que ha disfrutado, que lo venda de segunda mano y que compre lo más nuevo con la imagen más nueva.” 

Lo pusieron en práctica Y les funcionó.  Nació el consumismo. En esta versión se logra que “libre y voluntariamente” el consumidor desee cambiar de artículo, por otro nuevo y de mejores prestaciones, incluso de mejor y distinta imagen.

Ya sea que los artículos intencionalmente duren menos de lo deseable o la moda nos impulse a cambiarlos, lo cierto es que la sociedad actual se basa en comprar. Quien lo hace se siente libre y feliz, hasta que llega la cuenta o la publicidad del nuevo artículo. “Compras frecuentes y repetidas” es el deseo del fabricante y vendedor, cumplido a costa del bolsillo del consumidor.

Gracias a ese comportamiento es que se han levantado gigantes económicos como Sony, Microsoft, Ikea, Ford, Osram, Toyota.  O han acumulado fortunas Carlos Slim, Bill Gates, Amancio Ortega, Liliane Bettencourt. O han crecido las economías de ciertos países hasta convertirse en potencias o imperios: Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, ahora China.

El poder manipulador de la obsolescencia programada es objeto de fuertes críticas incluso en su propio inicio. Las hay desde diversas ópticas. Las políticas que van desde el anuncio de las consecuencias sociales de la manipulación hasta las críticas sobre el fin del capitalismo.  Las económicas, que plantean la insostenibilidad de un sistema que pretende crecer hacia el infinito utilizando recursos finitos. Las ecologistas, que denuncian la incapacidad del medio ambiente para soportar y procesar los desechos producidos por esta forma de consumo. Las éticas, que cuestionan el “olvido” de los principios a cambio de aumentar las chequeras.

No hay duda de que la tecnología contribuye a la solución de un sinnúmero de problemas humanos y que ha contribuido al bienestar de miles de millones de personas.  Tampoco hay duda que esa tecnología en las manos de quienes actualmente la tienen persigue como principal fin el aumento de su rentabilidad a través de la solución real o superflua de los problemas humanos, utilizando una suerte de manipulación totalmente cuestionable. “Si no compras tal cosa no eres feliz o no eres importante.” 

También queda claro que atacar la raíz del problema de la obsolescencia programada es dejar sin piso al propio sistema capitalista, que tiene en el consumismo a su motor. Esto es lo que posibilita el trabajo de arquitectos, ingenieros,  diseñadores, secretarias, políticos, guardias, vendedores, dicen sus defensores. Pero sus detractores sostienen que de seguir así nos quedaremos sin planeta.

Las soluciones

¿Se ha puesto a pensar cómo sería una sociedad sin consumismo?

Al respecto ya se perfilan varias iniciativas que intentan resolver esta problemática.

Para comenzar, la denuncia es un elemento importante para la toma de conciencia de la gente. Si desea obtener más información  puede buscar en Youtube o en www.rtve.es el video “comprar, tirar, comprar”.  Otro muy interesante es la “historia de las cosas” en www.storyofstuff.org/.

Desde el lado de los grandes empresarios se construye la idea sobre la complementariedad entre sostenibilidad y crecimiento económico que persigue incluir los “costos ocultos” en la fabricación de los artículos, lo cual podría aumentar sus precios, según dicen, en 20 o 30 veces, y ser un poderoso incentivo para los fabricantes que, entonces, podrían elaborar productos más durables.  Ya me veo pidiendo un préstamo para comprar un foco.

Otra propuesta se denomina “de la cuna a la cuna”. Plantea que las fábricas funcionen como la naturaleza, es decir, lo que para una planta en la naturaleza es inservible y lo desecha, es la base para el sostenimiento de otro ser vivo. Sostiene que la fabricación de artículos podría copiar este “ciclo virtuoso” de la naturaleza.  De ser aplicado sería posible mantener el concepto actual de consumismo pero a condición de rediseñar los procesos productivos logrando que todos sus componentes sean biodegradables, así la basura se integraría nuevamente sin problema a la naturaleza. Aunque no está claro lo que sucederá con las materias primas, cada vez más escasas.

Un tanto más radical es la propuesta conocida como “decrecimiento” que promueve el abandono del concepto del crecimiento económico, reduciendo la huella ecológica, el despilfarro, la sobreproducción, el consumismo.  Así, dicen sus proponentes, quedará tiempo para otras formas de riqueza como la amistad, el conocimiento.  Si la felicidad tuviera directa relación con el consumo, sostienen, hace rato debimos alcanzarla pues ahora se consume 25 veces más que en la época de Marx. Sus críticos dicen que esto nos llevaría a la edad de la piedra, sus promotores dicen que no, solo hasta el nivel de los años 1960. Yo me pregunto, en esta propuesta, ¿en dónde quedan los grandes monopolios?, importante conocer pues son los “tomadores de decisiones”.

La solución a este problema de la obsolescencia programada fuera del contexto del sistema capitalista no se menciona, ni siquiera por asomo.  La eliminación del sistema económico-político que le dió origen sería una alternativa que solucionaría de raíz el problema. Esa es una opción.  Otra sociedad es posible y allí deben volver al debate las propuestas que hagan los comunistas, seguramente de la mano con los ecologistas, para enfrentar el consumismo, subsanar la huella ecológica que deja la humanidad en el planeta, subsistir en un planeta con recursos finitos.  En fin, para que seamos felices en familia, en comunidad, en humanidad, como parte de la naturaleza.