Por: Odiseo Runa
La desnudez de
la mujer es bella, propia del atractivo natural de los sexos y del apareamiento
de los seres humanos para asegurar la preservación de la especie humana, propia
de las tribus originarias. La fertilidad de la mujer, su autoridad política
comunitaria estuvo asociada a la fertilidad de la tierra y a los ritos de la
siembra y la cosecha; al papel del agua, el sol, los astros, los solsticios;
ese erotismo natural ligado a la reproducción de la vida, a la atracción
natural entre los sexos propia de las culturas originarias asociada sin
hipocresía al cultivo de la “Pachamama” fue estigmatizado por los colonizadores
de Ultramar como “herejías”; culturas arraigadas en el espíritu de los pueblos
durante los momentos del éxtasis lunar, de las lluvias plenas y de los soles amasados
junto al trabajo de los pueblos, de hombres y mujeres, ha venido siendo
arrasada por el capitalismo que ha hecho de la desnudez de la mujer –y del
hombre-, una mercancía más: Un instrumento del mercantilismo para la venta de
perfumes, autos deportivos, etcétera. La desnudez erótica y pornográfica de la
mujer, además, es un instrumento de alienación propiciado por la cultura
burguesa e imperialista introducida en la música y la danza, en el cine, en las
artes.
Distinta es la
visión y el arquetipo de la belleza popular que no es hipócrita y que, asociada
a la lucha liberadora se erigió en la imagen de una hermosa joven alzada sobre
los hombros de una abigarrada multitud de manifestantes de la juventud durante
las marchas de la juventud en París en 1968 que recorrió el mundo: Luchas por
la libertad para los oprimidos; belleza de la mujer combatiente que brilla con
fulgor en sus ojos, en su risa, en las curvas naturales de su anatomía pródiga,
en la armonía vital destacada por Da Vinci; pero sobre todo en su pensamiento y
participación activa en la lucha política liberadora. Tales son las
características propias de incontables mujeres que han optado por la
participación en las luchas liberadoras que se cuecen durante siglos en las
tierras de la Mitad del Mundo a cuya altiva fisonomía pertenecen Rosa Paredes,
Manuela León, Manuela Sáenz y tantas innumerables mujeres que han construido la
cultura popular, democrática y emancipadora del Ecuador, todas pródigas en
talento, reciedumbre, vuelo espiritual libertario y belleza propia de la
naturaleza de ser mujer.
A esta
semblanza, categoría, espíritu recio de la mujer manabita y ecuatoriana
pertenece la dirigente del Victorioso Paro de la UNE de Octubre del 2009 que
hizo huir con el rabo entre las piernas al Mandarín de Palacio a Venezuela –una
de las razones de su odio que riega entre los asquerosos twiteros de la
pornografía palaciega-; a esa categoría de la mujer ecuatoriana luchadora por
la emancipación e irreverente contra el poder burgués emanada de la cultura
desarrollista que ha hecho del arte, de sus artistas y sus Belfas de la
Asamblea y Ministerios bajo su dominio hegemónico, responde, -Tras caer en mayor descrédito con la
publicación del Libro del General Gonzáles respecto de que no hubo Golpe de
Estado “blando”, ni secuestro, el 30 de Setiembre-, la visión estética
burguesa desarrollista del caudillo; a su ética atrabiliaria e inescrupulosa de
intentar imponer un modelo mayormente dependiente del capital financiero
internacional y de enriquecimiento de las oligarquías criollas, responde la
acuciosa y desesperada intentona de desdibujar la figura de la maestra
insurgente, de la madre de dos hijos educados en la filosofía del vivir modesto,
sano, libre, activo, alegre y vigoroso; del diario trajinar en la escuela y en el
combate liberador; de la mujer emancipada y emancipadora, dirigente reconocida por
los maestros y los pueblos; de la mujer popular lideresa de la Unidad Popular
integrante de la CONFEMEC, quien fuera asambleísta alterna y segunda dirigente
del agredido e ilegalmente borrado del
Registro Electoral, el MPD de Jaime Hurtado por el gobierno despótico: Tal es
la agresión contra la mujer popular mestiza, indígena y negra que enriquece la
construcción de la Cultura Popular del Ecuador de hoy, materializada en la
ignominiosa y procaz agresión a la educadora altiva y bella, a la dirigente
revolucionaria de la UP: Mary Zamora.
El dobles del
gobierno que se lava las manos e intenta en vano desentenderse de la labor abyecta
de sus twiteros pornos, queda al descubierto, pues: ¿A quién interesa
desacreditar a la lideresa revolucionaria Mary Zamora sino al gobierno? ¿a
quién sino para justificar su intento atrabiliario e ilegal de someterla a
prisión manipulando la Fiscalía -en manos de su pariente- buscando anular la
sentencia de inocencia ya dictaminada en última instancia al más alto nivel de
la Justicia? ¿A quién sino, quien, en innumerables sabatinas sexistas ha
atacado procazmente a Mary Zamora por su calidad de dirigente revolucionaria?: El
nombre de esta infamia tiene en su cúspide autoritaria al caudillo de la Plaza
Grande; desacredita, más, a su gobierno neocolonial y mercantilista. Pues nadie
más que Él, representante de esa cultura reaccionaria, despótica y anti patria es
quien odia y teme a los pueblos alzados y a las mujeres rebeldes.
Que esos
descalificados montajes que agreden a la mujer popular son elaborados por la
Lengua Oficial de la Plaza Grande está claramente determinado porque una es la
visión estética y ética de la Unidad Popular que configura la belleza de la
mujer asociada al trabajo y a la actitud rebelde, libertaria; y otra es la
visión mercantilista, erótica y pornográfica de la mujer y de las artes
gráficas pornógrafas que ha incrementado el descrédito del caudillo y sus
adláteres contra-propagandistas de la Plaza Grande por infames,
desacreditadores mentecatos, serviles, ignominiosos, burros pie de la estética y la ética del poder
mercantilista desarrollista correista.