lunes, 23 de febrero de 2015

Pornografia al servicio de la cultura desarrollista emanada desde el poder, encaramado en la Plaza Grande






Por: Odiseo Runa

La desnudez de la mujer es bella, propia del atractivo natural de los sexos y del apareamiento de los seres humanos para asegurar la preservación de la especie humana, propia de las tribus originarias. La fertilidad de la mujer, su autoridad política comunitaria estuvo asociada a la fertilidad de la tierra y a los ritos de la siembra y la cosecha; al papel del agua, el sol, los astros, los solsticios; ese erotismo natural ligado a la reproducción de la vida, a la atracción natural entre los sexos propia de las culturas originarias asociada sin hipocresía al cultivo de la “Pachamama” fue estigmatizado por los colonizadores de Ultramar como “herejías”; culturas arraigadas en el espíritu de los pueblos durante los momentos del éxtasis lunar, de las lluvias plenas y de los soles amasados junto al trabajo de los pueblos, de hombres y mujeres, ha venido siendo arrasada por el capitalismo que ha hecho de la desnudez de la mujer –y del hombre-, una mercancía más: Un instrumento del mercantilismo para la venta de perfumes, autos deportivos, etcétera. La desnudez erótica y pornográfica de la mujer, además, es un instrumento de alienación propiciado por la cultura burguesa e imperialista introducida en la música y la danza, en el cine, en las artes. 

Distinta es la visión y el arquetipo de la belleza popular que no es hipócrita y que, asociada a la lucha liberadora se erigió en la imagen de una hermosa joven alzada sobre los hombros de una abigarrada multitud de manifestantes de la juventud durante las marchas de la juventud en París en 1968 que recorrió el mundo: Luchas por la libertad para los oprimidos; belleza de la mujer combatiente que brilla con fulgor en sus ojos, en su risa, en las curvas naturales de su anatomía pródiga, en la armonía vital destacada por Da Vinci; pero sobre todo en su pensamiento y participación activa en la lucha política liberadora. Tales son las características propias de incontables mujeres que han optado por la participación en las luchas liberadoras que se cuecen durante siglos en las tierras de la Mitad del Mundo a cuya altiva fisonomía pertenecen Rosa Paredes, Manuela León, Manuela Sáenz y tantas innumerables mujeres que han construido la cultura popular, democrática y emancipadora del Ecuador, todas pródigas en talento, reciedumbre, vuelo espiritual libertario y belleza propia de la naturaleza de ser mujer. 

A esta semblanza, categoría, espíritu recio de la mujer manabita y ecuatoriana pertenece la dirigente del Victorioso Paro de la UNE de Octubre del 2009 que hizo huir con el rabo entre las piernas al Mandarín de Palacio a Venezuela –una de las razones de su odio que riega entre los asquerosos twiteros de la pornografía palaciega-; a esa categoría de la mujer ecuatoriana luchadora por la emancipación e irreverente contra el poder burgués emanada de la cultura desarrollista que ha hecho del arte, de sus artistas y sus Belfas de la Asamblea y Ministerios bajo su dominio hegemónico, responde, -Tras caer en mayor descrédito con la publicación del Libro del General Gonzáles respecto de que no hubo Golpe de Estado “blando”, ni secuestro, el 30 de Setiembre-, la visión estética burguesa desarrollista del caudillo; a su ética atrabiliaria e inescrupulosa de intentar imponer un modelo mayormente dependiente del capital financiero internacional y de enriquecimiento de las oligarquías criollas, responde la acuciosa y desesperada intentona de desdibujar la figura de la maestra insurgente, de la madre de dos hijos educados en la filosofía del vivir modesto, sano, libre, activo, alegre y vigoroso; del diario trajinar en la escuela y en el combate liberador; de la mujer emancipada y emancipadora, dirigente reconocida por los maestros y los pueblos; de la mujer popular lideresa de la Unidad Popular integrante de la CONFEMEC, quien fuera asambleísta alterna y segunda dirigente del agredido  e ilegalmente borrado del Registro Electoral, el MPD de Jaime Hurtado por el gobierno despótico: Tal es la agresión contra la mujer popular mestiza, indígena y negra que enriquece la construcción de la Cultura Popular del Ecuador de hoy, materializada en la ignominiosa y procaz agresión a la educadora altiva y bella, a la dirigente revolucionaria de la UP: Mary Zamora.

El dobles del gobierno que se lava las manos e intenta en vano desentenderse de la labor abyecta de sus twiteros pornos, queda al descubierto, pues: ¿A quién interesa desacreditar a la lideresa revolucionaria Mary Zamora sino al gobierno? ¿a quién sino para justificar su intento atrabiliario e ilegal de someterla a prisión manipulando la Fiscalía -en manos de su pariente- buscando anular la sentencia de inocencia ya dictaminada en última instancia al más alto nivel de la Justicia? ¿A quién sino, quien, en innumerables sabatinas sexistas ha atacado procazmente a Mary Zamora por su calidad de dirigente revolucionaria?: El nombre de esta infamia tiene en su cúspide autoritaria al caudillo de la Plaza Grande; desacredita, más, a su gobierno neocolonial y mercantilista. Pues nadie más que Él, representante de esa cultura reaccionaria, despótica y anti patria es quien odia y teme a los pueblos alzados y a las mujeres rebeldes. 

Que esos descalificados montajes que agreden a la mujer popular son elaborados por la Lengua Oficial de la Plaza Grande está claramente determinado porque una es la visión estética y ética de la Unidad Popular que configura la belleza de la mujer asociada al trabajo y a la actitud rebelde, libertaria; y otra es la visión mercantilista, erótica y pornográfica de la mujer y de las artes gráficas pornógrafas que ha incrementado el descrédito del caudillo y sus adláteres contra-propagandistas de la Plaza Grande por infames, desacreditadores mentecatos, serviles, ignominiosos,  burros pie de la estética y la ética del poder mercantilista desarrollista correista.

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