Por: María Fernanda Soliz
A casi un mes del 30’S y saturada del bombardeo mediático, inevitable me llega la pregunta: ¿de qué 30 ‘S hablamos?
Con seguridad no será del 30’S de 2009 cuando el profesor Bosco Wisum, de la nacionalidad Shuar, murió como producto de la brutal represión que el “gobierno de la revolución ciudadana” y su política de criminalización ejercieron contra los manifestantes que rechazaban la Ley de Aguas y las concesiones mineras en Morona Santiago.
No, por supuesto que no. Las reglas de juego del correísmo no permitirían que la retórica utilizada por el primer mandatario: “prohibido olvidar”, aplique a este caso. Porque la frase es nada más un slogan que desnuda de sentido a la urgencia real de construir memoria colectiva.
La memoria colectiva es a la vez homenaje y denuncia. Homenaje a la resistencia de nuestros pueblos y denuncia de las nuevas estrategias para el despojo, el saqueo y la violencia.
Entonces, empiezo a tejer con tristezas anudadas este homenaje al joven profesor y a toda la lucha que en él se representa. Un homenaje a la sabiduría de nuestros pueblos indígenas quienes nos enseñan que la tecnología no traerá progreso y que la vida bonita o vida buena se construye por sobre todo respetando la soberanía de los pueblos y sus territorios.
En este hilado también aparecen los cordones de la resistencia, porque el 30’S es también denuncia colectiva. En Bosco se representan los compañeros de Dayuma: golpeados, violentados y apresados. Desde el Sur Carlos Pérez, Efraín Arpi y Federico Guzmán quienes han sido condenados por delito de Defender el Agua; los 18 comuneros de Shaglli que con coraje se negaron a ser parte del espectáculo de las consultas no vinculantes. Todos y cada uno de los indígenas y campesinos defensores del agua, la vida y la pachamama quienes se resisten a aceptar la colonialidad de las multinacionales y la traición de un gobierno cegado por el poder.
Prohibido olvidar la fortaleza, la entereza y la integridad con la que los compañeros/as de la Federación Shuar respondieron ante el chantaje burdo de Correa: “si no quieren minería, tampoco tendrían alumbrado eléctrico ni carreteras” les dijo en su habitual tono despótico-burlón. Los compañeros/as Shuar estuvieron de acuerdo.
En palabras de Domingo Ankuash: “para nosotros la tecnología es destrucción, es muerte, acaba con la Pachamama que nos da la vida, el alimento, la alegría”.
Paradójicamente, el 30’s también será recordado como el día de la democratización tecnológica, en lenguaje coloquial: el día en el que los celulares del Ecuador colapsaron. En este 30’S, una vez más, quedó demostrado que la tecnología teorizada como una especie de fuerza moral que operaría creando una ética de la innovación, la producción y el resultado, solamente contribuye a la extensión planetaria de los ideales modernistas.
El concepto “transferencia de tecnología” es un nuevo componente de los proyectos de desarrollo, y en esta línea, la revolución ciudadana nunca tomó conciencia de que la transferencia no depende simplemente de elementos técnicos sino también de factores sociales, políticos y culturales. Porque aún hoy en día, la tecnología se considera neutral e inevitablemente benéfica y no como instrumento para la creación de los órdenes o desórdenes mundiales.
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